El pool estaba bravo como cualquier viernes a
la medianoche, las motos señalaban a la puerta de entrada. La rockola pasaba un
tema de Los redondos, había muchos hombres, pocas mujeres, la niebla nicótica
de siempre y botellas de Quilmes como cadáveres en el cementerio. En eso, entra
la estrellita del lugar, su presencia estruendosa se inyecta como un rayo en el
piso, las miradas apuntan hacia el chico lindo que se junta con los feos, el
que puede elegir algo mejor, pero elige lo peor, el pesadito, el enroscadito,
el que se anima a entrar rubio y con remera rosa a la villa. El que se compra
todo y a todos. Hernán emanaba simpatía así que tenía pocos enemigos. Pocos,
pero jodidos.
Ingresa con sonrisa rufiana y saludo general colocando la voz en tono de
grandeza, algo notablemente simpático ya que su vozarrón no correspondía con su
estatura.
-Buenas noches, leidis an chentelmens.- La
gente se ríe o no, pero casi todos
responden de alguna manera, distintos saludos se chocan en el espacio,
se desarman en sílabas sueltas y caen rodando por el piso del lugar. Desfila
hacia la barra, pide dos birras porque no está solo, siempre y nunca está
solo. Hoy su sombra de carne es Cardozo, uno de los hermanos Cardozo. Es
grandote y le sirve cuando se arma el toletole.
La
mitad de la noche transcurre en el baño y la otra mitad en cualquier centímetro
cuadrado de bajeza. Suena Sumo como cortina de la noche.
Todo
se acelera. El hombrecito del cartel del baño se hamaca violentamente hacia
adelante y hacia atrás sobre la puerta. La corona del taco golpea una bola
rayada. Un paquetito se muda de manos. Las piernas de una mujer bailan al lado
de la rockola. Una bola lisa se tira al hoyo. Un líquido dorado va escalando el
vidrio. Una boca de hombre se mueve espasmódicamente. El pecho de una mujer se
aplasta sobre la mesa de pool mientras esta sostiene el palo. Una nariz tiene un dedo colgando en una de sus fosas y
la otra se abre súbitamente hasta alojarnos en su interior…
"La
gente va llegando al baile" cantaba el Puma Rodríguez incansablemente por los
noventa, y si nos paramos en la esquina de la intercepción de las calles
drogas y noche en el barrio bajo de Bernal por aquellas épocas, no podemos
obviar al personaje que está entrando ahora, cayó La Pacha, una menor que todos
ahí conocían íntimamente, es que a ella le gustaban los chicos malos y no tenía
rollo, iba al frente, cero histeria, así que se la respetaba por ser así, como
uno más. Pensándolo bien, olvidaban que era una dama y encima menor, por lo que
el respeto que se le tenía era cuestionable. La Pacha se desenvolvía con
actitud machona, eso les hacía creer que no ameritaba un trato especial, que
sabía cuidarse, pero la verdad es que les era cómodo ignorar que ella era una
niña. Nunca nadie se iba a hacer cargo de quien la había desvirgado, enfermado,
embarazado, intoxicado, y lo más grave, enamorado. La sentenciaron a que sea por
siempre La pacha, una loca copada.
Tenía
flequillo stone, ropa hippie, era medio gordita, estaba siempre fumada y
hablaba a lo rea. Ella había sido adoptada por la tía, la tía era el ser humano
más desesperado de Bernal, ya no sabía qué hacer con la pendeja. La había
mandado a distintas escuelas privadas, de todas ellas la echaron, la había
mandado a la Iglesia, ahí le detectaron al demonio, la mandó al psicólogo, el
tipo la denunció por acoso sexual.
Se
acerca a Hernán y a Cardozo.
-Hola Herni ¿cómo eshtas? ¿Y vosh pibe?-
Mirándolo a Cardozo- Vamosh a casa que estoy sola, el viaje se fue de vieja.
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